Nostalgia y melancolía. La voz de Dulce Pontes y un fado, que se repite al comienzo y al final de la película Sostiene Pereira, recrean el curso fatalista de los acontecimientos y la Lisboa de 1938. En la opresiva dictadura de Salazar, Pereira, un periodista dedicado durante toda su vida a la sección de sucesos, recibe el encargo de dirigir la página cultural de un diario portugués (el Lisboa). Pereira, un hombre solitario, viudo y con un sentido de la fantasía siempre presente, basa su trabajo en la literatura, sobre todo traduciendo autores franceses, escribiendo elegías de los poetas desaparecidos y necrológicas anticipadas. Sus reflexiones sobre la muerte toman forma a través de las conversaciones que el maduro periodista mantiene con el retrato de su esposa fallecida. El sentido fúnebre de la cultura de Pereira se enfrenta pronto al compromiso social y al espíritu vital de Monteiro Rossi, un joven periodista que es contratado como ayudante para que prepare necrológicas de escritores vivos (según Pereira, para “adelantar trabajo”).
El encuentro con el joven desencadena una transformación en la vida del protagonista. Se crea una concepción entrañable alrededor de este personaje. Desde un principio, sus comentarios periodísticos, anclados en el pasado, parecen obviar la compleja situación social que Portugal vive bajo el dominio de Salazar. Tampoco toma conciencia de una Europa en la que van triunfando los totalitarismos (como el fascismo italiano o la guerra civil española que conduce hacia la dictadura de Francia). La ingenuidad que caracteriza a Pereira acaba incluso con la paciencia del cura (que en uno de los momentos dice exaltado que “el Vaticano tiene la culpa de todo”) con quien confiesa sus inquietudes religiosas. Además del párroco, otras figuras, como la del camarero y el médico, se van convirtiendo en ecos populares de la realidad social.
El encuentro con el joven desencadena una transformación en la vida del protagonista. Se crea una concepción entrañable alrededor de este personaje. Desde un principio, sus comentarios periodísticos, anclados en el pasado, parecen obviar la compleja situación social que Portugal vive bajo el dominio de Salazar. Tampoco toma conciencia de una Europa en la que van triunfando los totalitarismos (como el fascismo italiano o la guerra civil española que conduce hacia la dictadura de Francia). La ingenuidad que caracteriza a Pereira acaba incluso con la paciencia del cura (que en uno de los momentos dice exaltado que “el Vaticano tiene la culpa de todo”) con quien confiesa sus inquietudes religiosas. Además del párroco, otras figuras, como la del camarero y el médico, se van convirtiendo en ecos populares de la realidad social.
Sin embargo, cuando llega Monteiro, junto a su novia Marta, comienza la verdadera evolución del periodista. La personalidad del joven ayudante, que lucha a favor de la república española y se posiciona en contra de la dictadura portuguesa, choca con la de Pereira. A lo largo de la historia y en la estrecha relación que viven ambos, Monteiro critica la vida del periodista y el mundo de su generación, así como también debate acerca de su visión revolucionaria. El joven nunca dejará de insistir en sus publicaciones de ideas. Pero su asesinato, a manos de los torturadores de la policía de Salazar, provoca en Pereira la reacción determinante que le permite reformular su vida. Por primera vez usa el periodismo como arma de denuncia (olvidando los tintes de censura impuestos desde la dirección del Lisboa).
Pereira abandona el convencionalismo y su silencio. Llena de cosas la mochila de su joven colaborador y se marcha. Es un camino hacia un futuro difícil pero del que ahora es conciente, haciéndose dueño de sus propias acciones. Pereira olvida también las reflexiones sobre la muerte y retoma un sentido para lo que queda por vivir. El maduro periodista, atravesado por el cuestionamiento y la manera de ver la vida del joven, acepta el reto del cambio, que despierta en él nuevas razones para seguir viviendo (aunque siempre en compañía de su esposa, siendo su retrato lo único que no deja atrás).
1 comentario:
Grandísima película sostenida en la magnífica (y última gran)interpretación de Mastroianni que ganó el David de Donatello de ese año.
Pero como casi siempre ocurre, el libro en el que se basa le da mil vueltas a la película. Me gusta Tabucchi, aunque reconozco que en ocasiones llega a parecer repetitivo y cansino, pero sus historias son atractivas y se digieren estupendamente. Además de Sostiene Pereira he leido Dama de Porto Pim (llevada al cine en España) y Se está haciendo cada vez más tarde, un libro de relatos muy curioso. Invito a cualquiera a que los lea.
P.D: Es todo un honor ser la primera persona que te deja un comentario. XD
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