El maltrato o castigo físico es la reacción a un proceso previo que comienza con el chantaje físico. Éste resulta ser una amenaza más ambigua ante la que no existe un mecanismo de defensa tan institucionalizado. Las víctimas asumen la violencia como consecuencia del carácter y la personalidad del agresor. En el hombre, la frustración producida en el mundo exterior y la asimilación de situaciones de subordinación conlleva una necesidad de imponer la autoridad perdida en el mundo doméstico. Frente a esta conducta masculina, la mujer teme perder su cónyuge. El fracaso matrimonial supone un sentido de culpabilidad para ella. Éstos son sólo algunos de los aspectos que refleja la película de Itziar Bollaín, Te doy mis ojos, que logra dar a conocer a los espectadores los protagonistas verdaderos de la violencia de género. “Para que el mundo resienta las sesenta muertas por año -según los registros oficiales- a manos de sus maridos en España. Es una estadística local, pero es una realidad mundial. Los medios están tan saturados de crímenes de todos los talantes que para la mayoría, ellas, las muertas, son números nada más. Hasta hace muy poco esos cadáveres eran etiquetados como crímenes pasionales. La policía, los jueces y el grueso de la población se tranquilizaban diciendo a los cuatro vientos: Algo haría para que el marido llegara a matarla. Una sociedad machista hasta los tuétanos, madre patria de la nuestra, se hace la de la vista gorda si lo que acaba bajo tierra es un ama de casa. Es que ha tenido que morir una cada día para que (las autoridades) se reúnan. Si muriera uno diario en manos de ETA, te juro que estaríamos en guerra”, dice Bollaín. La directora explica el significado del film: “Pídeme lo que quieras y te lo doy, dice Pilar. Pero hay metáforas que destruyen si trascienden a los hechos. Ella quiere pertenecerle suavemente, “te doy mis ojos”, y durante diez años permite que él le dé golpes. Y él acepta los ojos, porque necesita ver lo que ella ve. Quiere que sólo lo vea a él, quiere lo que ve, que lo interprete como él quiere. Y no hay acuerdo. La suavidad no entra en juego. El todo o nada: o mía o de nadie”.
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